Eloy Morales

Reflexiones sobre pintura realista contemporánea a través de la obra de Eloy Morales. Prólogo del libro "Eloy Morales Dibujos-Pinturas 1996-2011". Noviembre de 2010.

   Artista, contemporáneo y conscientemente pintor. Difícil mezcla para sobrellevar en la actualidad por las características que el mundo del arte presenta en general, y más con respecto a la pintura realista en particular. Es inevitable, para hablar de Eloy Morales, ubicar el realismo de hoy en día dentro de esa amalgama de soportes, lenguajes y tendencias que constituyen el mundo del arte actual, asunto que aborda él mismo en un magnífico y reciente autorretrato, "La pintura en mi cabeza", que refleja muy bien el sentir de su autor sobre estas cuestiones. Se trata de una obra absolutamente contemporánea tanto en su iconografía como en el concepto que subyace, es metafórica y aborda la problemática sobre el lugar de la pintura realista dentro del mundo del arte de hoy. Además tiene un tratamiento plástico rico y heterogéneo al que su autor, de manera consciente, no ha querido renunciar y que emplea con criterio para acotar significados y matizar sensaciones.

 
El realismo como lenguaje pictórico tiene una problemática agudizada por la velocidad y los parámetros que rigen la sociedad en que nos encontramos inmersos hoy en día, y es el de la superficialidad con que se le juzga. Parece que todo el mundo se da por satisfecho comprendiendo una imagen que se presenta aparentemente accesible y que no requiere una profundidad de contemplación como la presupuestada para otros medios tales como la fotografía, el vídeo o la instalación, donde la metáfora o el doble lenguaje se dan por supuestos. Incluso ante otros lenguajes dentro de la propia pintura, el espectador adopta una situación de humildad con respecto a la inteligibilidad de la obra a la que dedica un doble esfuerzo de apreciación. "Ante la pintura realista muchas veces se resbala por la superficie de lo representado sin pararse a captar la verdadera esencia de la obra." (Golucho).


   Precisamente en el realismo contemporáneo, la realidad y la excelencia de dicha representación no deberían ser un fin en sí mismas, sino simples medios para expresar algo que las trasciende. Tal y como pasó con la pintura y el arte en la modernidad, cuando la aparición de la fotografía cambió la dirección hacia la representación fidedigna que la pintura había tenido durante siglos, la posmodernidad iniciada con el célebre urinario de Duchamp, eliminó la validez apriorística de lenguajes o medios expresivos dando absoluta libertad al artista. Libertad que sin embargo conlleva una responsabilidad de intencionalidad y reflexión que quizás antes no hubieran pesado tanto por el rol de los cánones estéticos como paradigmas de la legitimación.


    La palabra transfigurar, que tan de moda puso el filósofo Arthur Danto refiriéndose al hecho de que el urinario de Duchamp o las Brillo Box de Andy Warhol fueran obras de arte y no objetos comunes, es el concepto al que nos estamos refiriendo cuando hablamos del realismo que más sentido tiene hoy en día. Aquél que utiliza la realidad para hablar de algo que está más allá de ella, aquél que utiliza lo representado como excusa para expresar algo distinto - "El arte hace visible lo invisible", Paul Klee -  y donde la excelencia de dicha representación no es el fin de la obra salvo por la relación existente entre fondo y forma. Ya nos estemos refiriendo al realismo pictórico o de ready mades, no podemos perder de vista que hablamos de arte. Desgraciadamente ese “mundo del arte” que demandaba Arthur Danto como necesario para comprender por qué algo es o no una obra de arte refiriéndose a un marco teórico que nos ayude a poder discernirlo y valorarlo ha quedado degradado por intentos superficiales como la "Teoría institucional" de George Dickie, y sobre todo por el mercado y sus agentes tal y como expone Donald Thompson en su célebre "El tiburón de 12 millones de dólares", ensayo en el que deja tristemente claro cuáles son los mecanismos extra-artísticos que rigen el mundo del arte de hoy.


   En el contexto de ese postmodernismo eternizado, de libertad artística y cambios permanentes, en el que nuevas tecnologías ofrecen nuevos medios sobre cuyas posibilidades expresivas se está experimentando continuamente como podemos comprobar en las principales ferias, y en el que dicta sus leyes, para bien y para mal, un mercado oligopolizado por unos pocos agentes que hacen y deshacen motivados más por intereses mercantilistas y marketinianos que por fundamentos artísticos, teóricos o filosóficos, es donde ese autorretrato al que me refería al principio alcanza el sentido para el que fue creado, y donde nos encontramos con su autor, un islote como tantos otros artistas, que nos presenta su particular forma de ver las cosas. Pero "La pintura en mi cabeza", en la que su autor se presenta conscientemente como pintor contemporáneo, no ha surgido de la nada. Eloy ha llegado a ella tras un proceso de evolución que comenzó hace más de quince años durante los cuales ha instaurado una manera de vivir el arte en el que las palabras duda, búsqueda, sinceridad y compromiso no resultan en absoluto gratuitas.     http://www.eloymorales.es/























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